Dicen que la familia es la familia (y más en la política y en las mafias -que no es lo mismo-).
Así que la querencia llama y, sobre todo, cuando se trata de asegurar un espacio en los corrales y posteriormente en los encierros para la fiesta grande.
Y que mejor que Primo o Zinacatepeño, arrimado a la sombra de Académica para vender esa percepción de “todo juntos ya”.
Así que sumó para la foto a Inmobiliaria, Texmeluquense, Doctor, Atrapatranchos y Sobrino, el que era niño cuando a su tío se le cayó el sistema.
Y se sacaron las fotos.
Y se boletinaron.
Y se presumió la unidad.
Areneros, mozos, banderilleros, picadores, rejoneadores y demás estructura de subalternos se apuraron a promulgar la especie.
Otros, a su fiel estilo reaccionaron tarde.
Y presumieron la unidad de la divisa, pero no en torno a ese burel que como el viejo estilo “Pancho Villa” las colocó a la orilla y las abrazó.
“Quienes queremos que a la Plaza le vaya bien apostamos por la unidad, por hacer equipo para superar los desafíos y aprovechar las oportunidades que beneficien a todos”.
Y sí se habló de consolidar el Proyecto 4Teista.
Al fin que para todas y todos alcanzaría…
Pero que tal si no es toril sino vacuna la que logra ser la representante de la divisa de la ganadería.
Que tal si son otros tendidos los que definen el futuro.
Que tal si se ponen fatuos algunos tendidos de analfabetos donde se pierde el respeto a la fiesta brava, demostrando su perfil barriobajero, los que aprietan para inclinar la querencia.
O que tal si el jefe de la cuadrilla, escondido cobardemente tras el burladero de su mediocridad, decide abrir las puertas y se le cuelan algunos astados que de acuerdo a los pronósticos de la afición tienen más brío, con el fin de que al Dueño de la Chingada no le haga feos a la faena.
Dicen que al final del día un todo indultado puede llegar a vivir 6 años, o hasta una década.
El hecho es que sea cual sea el ejemplar, cuando una res por su trapío y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia, así lo merezca, será indultado para preservar en su máxima pureza la raza y la casta de las reses.
Eso explicaría porque seguir jugando a “la unidad”, de modo que sus descendientes puedan heredar cualidades semejantes a las suyas.
