El pulso de la industria / Austeridad y combate a la corrupción - ¿El nuevo paradigma?

Ing. Thomas Karig

Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones básicamente con dos promesas: combatir la corrupción y llevar a cabo una gestión de gobierno con austeridad.

El rotundo éxito que tuvo sin duda es una señal de que estos dos conceptos encontraron un eco en la mente de muchos mexicanos.

Por supuesto prometió muchas otras cosas en su campaña, como lo hacen todos los candidatos, pero la diferencia la parecen haber hecho estos dos términos.

Dos conceptos que, además, están relacionados entre sí. Para reflexionar sobre esto, vamos a empezar por definir que la ausencia de la corrupción es lo que llamamos integridad, o sea el estricto apego a las reglas aun en situaciones difíciles.

La integridad, entonces, está relacionada con la ética, con un código de conducta o código de integridad, que las organizaciones, y por qué no, los gobiernos, formulan para regular el comportamiento de sus integrantes. Una pregunta que viene a la mente es: ¿cuál es el código bajo el cual se va a conducir este nuevo gobierno?

La austeridad, por el otro lado, puede ser una simple técnica de gestión de presupuesto, o bien se puede referir a la actitud de las personas que la han adoptado como una virtud para sí mismos. La raíz latina austerus significa difícil o áspero. El diccionario relaciona la austeridad con conceptos como la sencillez, la moderación, pero también con la severidad y la rigidez. Características que bien se le podrían atribuir al presidente electo.

Hay otra acepción que es la austeridad republicana, sin duda como contraste al despilfarro de las monarquías barrocas. Esa también nos hace sentido porque en demasiadas ocasiones hemos visto a los gobernantes actuar como si fueran reyezuelos del siglo 18. Y es ahí también donde conecta el concepto de la corrupción, en la forma de privilegios discrecionales que reparten los que están en el poder.

Al final del día, nadie podrá estar en desacuerdo con la importancia que tienen la integridad y la austeridad para la actuación de las organizaciones, ya sean gobiernos o empresas. La cuestión es que si con eso es suficiente para generar un desarrollo que sea sostenible y equitativo.

En las empresas sabemos que la Gobernabilidad debe incluir, además de la Gestión de la Conducta a través de un Código, un sistema de Gestión de Objetivos, la Gestión de Procesos, la Gestión de Cumplimiento de Leyes y Normas más allá de solamente evitar la corrupción, y finalmente una Gestión de Riesgos que prevenga los resultados no deseados en estos cuatro ámbitos.

Una gestión pública que genere resultados tangibles para los ciudadanos y que sea sostenible, requiere entonces algo más que austeridad e integridad. Pero es un buen comienzo, porque establece un nuevo criterio contra el cual serán medidos no solo los gobiernos de cualquier nivel, sino también las empresas y los empresarios.

En todo caso, es un contraste positivo que el presidente electo establece respecto a su homólogo en los EUA, quien de austero no tiene nada y cuya conducta deja mucho que desear desde un punto de vista ético.

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