Ante el descenso general de las actividades económicas que afectó el trabajo de los niños y las niñas, aunado a la disminución de ingresos en los hogares, menores comenzaron a laborar, y quienes ya lo hacían antes de la crisis aumentaron sus jornadas tras el cierre de las escuelas, se destaca en el reporte.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Unicef dieron a conocer que “sin estrategias de mitigación, el número de niños en situación de trabajo infantil podría aumentar en 8.9 millones para finales de 2022, debido, en gran parte, al aumento de la pobreza”.

Si bien del año 2000 a 2020 la cifra se redujo de 245 millones de niños, niñas y adolescentes con una responsabilidad laboral, muchas veces sin salario y en condiciones peligrosas, a más de 160 millones, la situación podría agudizarse.

 África sigue siendo el continente más afectado y que tiene la población infantil trabajadora más grande del mundo, con más de 92.2 millones de niños y niñas trabajan, o sea, el 22 por ciento del total de los menores.

Asia y el Pacífico reporta 5.6 millones. Sin embargo, esa cifra representa el 49 por ciento de su población infantil y adolescente. 

A su vez, América Latina y el Caribe tiene 8.2 millones —al menos 3.3 de ellos viven en México—, o sea, 6 por ciento.

Algunos factores que hacen prevalecer el trabajo infantil, destaca el reporte, son la pobreza monetaria y multidimensional. La educación, o la no escolarización de los niños, también se vincula con el trabajo infantil.

“Es esencial que las familias puedan permitirse enviar a sus hijos a la escuela, y que los hogares perciban que los beneficios de la escolarización son mayores” que el empleo, destaca la organización.